Fanny y los chicos del pueblo
Conocí a Fanny hace poco, en una circunstancia que ya relaté en este espacio. Buscando chicos malabaristas de alguna esquina porteña para hacer una nota. La nota que escribí se llamó Malabaristas. Contaba allí que los chicos, en lugar de pedir plata para prestarse a la nota, pidieron útiles para ir a la escuela.
La relación con los chicos continúa hasta hoy, entrecortada, con pedidos de huevos de pascuas para Pascuas, o con recordatorios de que la mamá de algunos de ellos está buscando trabajo por horas. El viernes pasado los chicos llamaron para avisar que Fanny, una de las nenas, había muerto de un paro cardíaco.
Era una nena de pelo revuelto, vivaz, comunicativa, muy despierta, que se pegaba a uno como un gato mientras caminaba por la vereda, y que saltaba mientras le echaba a uno los brazos al cuello. Parecía mucho menor de lo que era. Tenía once años.
Después de la nota en la televisión y de la publicación de la contratapa, los contactamos con el supermercado Disco, que les donó los útiles para este año. El viernes que fuimos a llevarles la montaña de hojas rayadas y carpetas estuvimos un buen rato. En un momento, yo estaba agachada y tenía alrededor de mí a las nenas, que hablaban todas al mismo tiempo. Fanny sacó de alguna parte de sus ropitas harapientas un recorte de revista. Era la actriz de Pasión de Gavilanes. No sé cómo se llama. La estoy viendo ahora, aquí pegada en el corcho de mi estudio. Tiene puesto un vestido amarillo, largo, strapless, que le ajusta el cuerpo desde las axilas hasta las caderas. Una mujer voluptuosa, que saca una pierna y deja ver su sandalia plateada. Es muy bella. Tiene una cara ovalada con muy poca pintura, apenas los ojos delineados, quizá un poco de rubor. El pelo cobrizo nace en las raíces y se extiende no se sabe hasta dónde, pero uno supone que hasta la cintura. A pesar de su cuerpo totalmente sexuado por el vestido amarillo, es buena. Se le nota a esa chica que podría ser objeto de pasión, pero también objeto del amor.
Fanny quería ser como ella. Tengo esta foto aquí porque cuando le dije que esa chica era muy linda, y le devolví la foto, Fanny empujó mi mano hacia mí: “Mejor guardala vos”, me dijo. Y la guardé. Y ahora que sé que Fanny, que parecía más chiquita todavía de lo que era, se murió de golpe, sin que nadie entendiera por qué, creo que esa foto está aquí para que yo haga esto, para que escriba sobre Fanny y su soledad, sus sueños y su risa descontrolada. Fui testigo de Fanny, que revolvía las bolsas de basura en el McDonald’s buscando pedazos de hamburguesa que habían estado en boca de otros. Una nena a la que muchas veces insultaron desde los autos que pasan por la avenida Las Heras. Parte de la mugre que incomoda. Una nena que no tuvo libros de hadas y que recortó la foto de una actriz mexicana de una revista barata para ser ella también una nena con princesas en la mente y en el corazón. Como pudo, por instinto, por obstinación, Fanny se resistió a ser desposeída también de su infancia. Resistió con lo que tenía a mano, y encontró una foto que la hizo suspirar. Fanny vivió en la pobreza profunda, pero aun allí fue una niña ilusionada por lo que, quizá, el futuro tuviera reservado para ella.
No quiero que estas líneas suenen quebradas, porque la persona que las inspira era íntegra y valiente. No quiero llorar por Fanny aquí. Quiero en todo caso recordarla y dejar constancia de su vida, de sus sueños. Y la manera más justa que se me ocurre para recordar a Fanny es sosteniendo su recuerdo en dos dimensiones paralelas. Por un lado, como la nena única e irreemplazable que conocí, y ya forma parte de mi propia historia personal. Pero por otro, creo que pude ver en ella a tantos otros chicos que no les duelen a nadie.
“El hambre es un crimen” es la consigna que desde hace años moviliza a Los Chicos del Pueblo, que comienzan su marcha de este año el próximo lunes. A Fanny y a sus primos y hermanos les llevamos útiles, pero es evidente que ése fue un gesto de cariño, y no la creencia en que una ayuda de ese tipo modifica algo.
¿Habrá sido evitable la muerte de Fanny? No lo sé. Pero es perfectamente evitable, por ejemplo, la muerte de miles de chicos correntinos: la Universidad del Nordeste comprobó que la mitad de los chicos de Corrientes capital está en estado de desnutrición. ¿Con qué derecho vivimos nuestras vidas de wi fi y msn mientras hay estómagos pequeños que se retuercen de jugos gástricos y vacío? Estaría fallándole a Fanny si no advirtiera que su muerte es política.
Sí, vivimos nuestras vidas también de blogs, y pensamos que tenemos el derecho....
Impecable, exacta, dura, Sandra Russo...pegándonos ahí, donde más nos duele.
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