La noche de los pañuelos verdes
Éramos dos jubiladas con ánimo de estudiantes, dos o tres mujeres de más de 40 y varias bastante más jóvenes. Formamos una de las varias cuadrillas que casi a medianoche manifestaron su apoyo a la ley del IVE anudando pañuelos, cintas y banderas verdes en sitios públicos. Lloviznaba y poca gente andaba por la calle. Barro por doquier.
A nuestro grupo le
tocaron Chacra 4 y San Martín de I. Malvinas hasta el final. Dejamos nuestra huella
en mástiles, postes, rejas. A la estatua del P. Zink fue imposible abrigarle el
cuello por su altura, pero un brazo sirvió. Sí alcanzamos el cuello del
shelknam de San Martín y Pellegrini. En el puente peatonal sobre la ruta 3, atamos
pañuelos y desplegamos banderas. Por anudar un trapo verde a una máquina vial,
me mojé los pies; poco me importó: me sentía otra vez a principios de los ’70.
Otras compañeras se
encargaron de las deformes bestias de la Plaza de los Animales. Nada quedó mejor
que las blancas ovejas del monumento encabezado por la leyenda Ovejero Fueguino,
por si alguien dudara de lo que representa. Cuando fuimos a verlo con nuestros
propios ojos, los animales estaban como siempre. Una de nosotras observó un
bulto verde en la vereda y se abalanzó a recogerlo, impregnado de nafta. Los machos de la gomería El Ciclón se reían.
Hoy, cerca del
mediodía, al ona se le enfriaba el cuello y no vi más verdes que los del puente.
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