martes, 19 de junio de 2007

Bernardo Veksler: desde Madrid

Por qué Fabiana


Los resultados de las últimas elecciones fueguinas permiten advertir que el pueblo de esa sufrida provincia está abiertamente demostrando su hartazgo. Da la impresión de que empieza a estar dispuesto a dejar atrás la prehistoria sufrida y permitirse imaginar nuevos caminos donde los enormes recursos que posee la isla puedan encauzarse en beneficio colectivo.

Desde su provincialización debió soportar gobernantes que parecían elefantes en un bazar. Basta recordar la lista de personajes que tuvieron a su cargo los destinos de la sociedad como para sacar conclusiones sobre las plagas no bíblicas que la azotaron: Estabillo, Manfredotti, Colazo y Cóccaro. Sin poder olvidar a “Chiquito” Martínez, Preto, Daniele, Garramuño, Martinelli y Gallo, entre tantos otros. Parecía que una maldición se descargaba sobre los fueguinos para tener que elegir siempre entre Alí Baba y sus amigos. Con cada cambio de gobernante las esperanzas se volvían a deshacer hasta la próxima oportunidad.

Los modelos que inspiraban a estos personajes eran los políticos instalados en los puestos de decisión de Buenos Aires. Los mediocres actores locales que los interpretaban sólo podían lograr penosas caricaturas.

Los hábitos impuestos por Menem eran como una moda y parecería que todos los políticos se sentían predispuestos a repetirlos indefinidamente. Era suficiente captar la voluntad del electorado para, una vez logrado, poder saciar sus apetitos sin ningún tipo de escrúpulos. Sus bajos instintos salían a rápidamente a la luz avalados por los que protagonizaban la escena nacional. No había límite, Era el reino del todo vale, sin normas ni razón, que llevaba al pueblo trabajador a resignarse a desear que al menos hagan algo, aunque roben.

Así, no sólo eran corruptos asumidos y sin vergüenza, sino que contaminaban a cada vez más estratos sociales. Corrompían a sindicalistas y empresarios, a periodistas y jueces, a abogados y comerciantes. Era tanta la ostentación de riqueza mal habida, que las conductas de esos personajes se adentraban en cada vez más sectores de la sociedad. Surgían nuevos aspirantes a alcanzar algún grado de cercanía con el poder para poder cosechar algunas migajas de esa inmensa fiesta, donde la mayoría nunca era invitada.

Acaso Menem no había instaurado la “Cadena de la Felicidad”, con la cual premiaba con dinero negro a los legisladores que votaban sin chistar sus negocios disfrazados de privatizaciones. Acaso de la Rúa no había utilizado la “Banelco” o ajusticiaba sin piedad a los manifestantes del triste diciembre de 2001. Acaso no habían sufrido misteriosos accidentes o suicidios los que fueron testigos de las valijas de Amira o de los negociados de los Yoma. Si ellos lo hacían...

¿Una sociedad que está sumergida en semejante grado de podredumbre puede augurar algún futuro próspero?

Por qué no Cóccaro

Hace unos cuantos años, un alto dirigente justicialista me contó el surgimiento del empresario de la construcción: “Cuando “Chiquito” era intendente, llegamos a un acuerdo de que había que promover a algún empresario nuestro, darle obras públicas para que pueda enriquecerse, canalizar recursos públicos y apoyar al PJ. Nos decidimos por Cóccaro y empezamos a adjudicarle trabajos...” Con estas aproximadas palabras, relataba la estrategia justicialista de principios de la década del noventa. Luego, trascendió de la Municipalidad de Río Grande y tuvo una especial predilección por las obras del IPV, sin dejar de mencionar a los millonarios recursos del Banco de la Provincia. ¿Qué se podía esperar de ese sujeto? ¿Podía tener escrúpulos como gobernante cuando no los tuvo como empresario?

Es evidente, y lo ha demostrado, que Cóccaro es más de lo mismo, o tal vez “sea de lo peor”. Acaso no fue parte del movimiento de Rodríguez Saa, un personaje vinculado a hechos escandalosos y sangrientos nunca aclarados, que el periodista Jaime Emma denunció y sufrió.

Luego de una voltereta, Cóccaro no tuvo ningún empacho en convertirse en kirchnerista, cuando percibió que eso podía darle dividendos y cobertura para sus negocios. Después, se sucedieron denuncias de amenazas y de intentos de asesinato, sugestivas confesiones, llamativos sabotajes, sospechosos accidentes. ¿Qué más se podía esperar?

Por qué Fabiana

La recuerdo cuando compartíamos la espera de nuestros niños en el Jardín Arco Iris, cuando me daba a conocer sus principios. O cuando, cesanteada burdamente del Instituto, debió soportar todo tipo de injurias y se puso a prueba su templanza de trabajadora para sobrellevar los malos momentos. Vienen estos episodios a mi memoria, tal vez, porqué la distancia hace más notorios los contrastes.

Pero también, porque expresa la posibilidad de encarnar, por fin, un gobernante salido de las filas trabajadoras, que sabe de privaciones y de luchas, de logros y derrotas. Que expresa la posibilidad de dejar atrás a tantos impresentables, a esos execrables modelos que tantos efectos nocivos ejercen en la comunidad.

Porque su consagración puede significar superar esa lamentable prehistoria fueguina, que abandone el centro de la discusión la moralidad del hombre público y que empiece a considerarse como una cualidad natural de quien se propone como candidato. En definitiva, para que la sociedad pueda encaminarse a debatir y participar en los proyectos que permitan vislumbrar un futuro para los hombres y mujeres de esa sufrida tierra.



Bernardo Veksler

DNI: 7.836361

No hay comentarios: