Pero en casa, para nosotros era Santa María.
Y mi bisabuela se llamaba María. María Gutiérrez de
Diz.
Y por ende el 15 de agosto festejábamos su
cumpleaños-santo. Cuando era chica me había quedado la idea que como la
bisabuela había sido una niña expósita, y en aquellas épocas -1877- no se
anotaba a los niños apenas nacían sino que a veces pasaban unos cuantos días o
meses, habían dejado estipulado el día del santo para festejarle.
En verdad recuerdo sólo 2 cumpleaños. Uno fue en la
casa de la tía “Perfa”, la hija mayor de la bisabuela; María Perfecta Diz, “Perfa”,
que sí y como su nombre lo indicaba había nacido un 15 de agosto, modista de
alta costura que vivía en el barrio de Once. Recuerdo su casa como si ayer
hubiera vuelto por última vez, me encantaba. Era un primer piso por ascensor
aunque en aquellas épocas “El propietario no se responsabilizara por el uso del
mismo…habiendo escaleras…”, genial ese cartel. Un lavarse las manos ante la
tecnología impresionante, en la calle 24 de noviembre casi Belgrano, cerca del
Hospital Ramos Mejía.
Era un departamento de dos dormitorios, living,
comedor, cocina, pero aparte había una escalera caracol que llevaba a un
cuartito en el segundo piso donde la tía tenía su cuarto de costura. Y allí
estaba toda la magia de ese lugar, mucho no me gustaba el subir la escalera, era
como que pasábamos por un lugar donde estaba el techo del departamento de abajo,
y en ese techo algo que ahora llamaríamos “membrana”, de color negro, y sobre
la que había gran cantidad de …basura…nada grave, papeles, por suerte hace 55
años tanto plástico no habría, pero no era lindo de ver, no me gustaba, y
también había un olor particular en esa subida…pero llegar arriba: era la
gloria!
La tía tenía un maniquí gigante, una mesa inmensa
sobre la que descansaban cortes de tela, tijeras, cintas métricas, alfileteros,
hilos de distintos colores, muchas tijeras, una escuadra gigante!, tizas varias
de distintos colores y muy finitas, cuadernos con muchísimos números, un gran
canasto bajo la mesa con cientos de retazos de tela que ella siempre me ofrecía
para hacerle “vestiditos a las muñecas” y que yo aceptaba de buen grado. Por
supuesto que también había un par de máquinas de coser, una Singer y otra.
Como sea lo que más me maravillaba era un imán…gigantesco!
Y la tía me decía…”Querés juntar los alfileres y agujas que están por el piso?”.
Y yo siempre quería.
Y entonces fue uno de los cumples de mi bisabuela, de
la abuela “Ata” como yo la llamé siendo muy pequeña, yo debo haber tenido unos
9 años calculo. A poco de llegar mi tía me dice “Vamos a hacer un chocolate con
vainillas, pero calculé mal, podrías Cristinita ir a comprar media libra más de
chocolate?” Y lógicamente dije que sí, me explicaron dónde ir, lo memoricé…y me
repetía “media libra, media libra”. Yo no sabía qué era una media libra, yo
sabía lo que era una tableta de chocolate….pero media libra…
Finalmente llegué al negocio y pedí lo indicado, y por
suerte la señora me entendió y me dio…una tableta de chocolate para taza, el mismo
que comprábamos en casa…
Es muy rico el chocolate con vainillas en Buenos Aires
en agosto.
El segundo que recuerdo es cuando la bisabuela cumplió
90 años, o bien decidieron que esa era la fecha. Ya vivíamos en Flores de nuevo
pero, el cumple se hizo en Ituzaingó, en la casa que mi abuela Delia compartía
con su mamá…Ata. Mamá hizo una torta de tres pisos, la cubrió con un baño hecho
con pasta de almendras de color verde –Tito el marido de mi madrina Marta que
era odontólogo decía que tenía clorofila- y le puso 90…sí: noventa velitas!
Y en verdad, no recuerdo ningún otro, la abuela Ata
murió antes de cumplir 91, porque murió el 2 de agosto del 68, yo aún no había
cumplido 15 años. Fue muy triste. Sus últimos días los pasó en la casa de la
tía Perfa, luego de una cirugía de fractura de cadera, sin haber recuperado
nunca del todo la claridad mental.
Hacía 50 años casi que las lágrimas no acudían a mis
ojos con estos recuerdos.
Feliz santo abuela Ata!