martes, 24 de abril de 2018

Lo descubrí! El por qué de los nombres y apellidos...


Aunque parezca increíble, acabo de darme cuenta hace un rato a mis 64 años, por qué nombro a la gente por su nombre y apellido.
Nunca un José, un Toto, un Juan….
Siempre fueron José Martínez (ni siquiera su apodo Pan crudo), Toto Montes, Juan Salvadori o Juan Ravenna o…
Siempre así y hace un rato, pensando en algo que escribí hace poco acerca de una amiga de mi madre: Carmencita Castro Sánchez, recordé de golpe y porrazo todos juntos y todos al mismo tiempo los demás nombres.
Estelita De Michino, Alberto Mingote, Inés Reynafé, Perla Pajot, Josefina Viurrarena, Nora Cicero, Beby Wouters, Chicha Romeo….Rubén Covella….Martha Brocca….Yida Fasulis….
Cómo nombrar a la gente de otro modo si mamá siempre lo hizo así...con nombre y apellido.

El otro día le contaba a un amigo de hace poco cuando en algún momento de sus dos años casi y medio, Eliseo abrió la puerta de casa, de nuestra casa de Santa Rosa 24 y cuando le preguntó a quien llamaba quién era y el individuo en cuestión le dijo simplemente “Tito”, Eliseo preguntó: ¿Tito Farkas? Ante lo cual esta persona sólo pudo asentir y preguntarse a sí mismo cómo podía ser que este niño tan pequeño lo conociera.

Creo que de verdad para muchos lectores (tengo lectores?) esto pueda parecer extrañisimo pero en verdad, aunque no lo crean….lo acabo de descubrir.
Y es que en verdad es así, no? Nada nace de un repollo….

domingo, 22 de abril de 2018

Era un buen tipo mi viejo....






Hoy hace37 años que se murió mi viejo. Me estoy acordando desde ayer porque siempre ato dos acontecimientos, el cumple de Pablo y la muerte de mi viejo. Creo que cuando se murió papá no saludé a Pablo por su cumple.
Hace unos años luego que falleciera mamá, fui a tomar el té con una muy querida amiga de ella: Carmencita. Carmencita se acordaba perfectamente del día de la muerte de papá. Él y su marido había sido amigos, compañeros del Liceo militar quizás, ahora no lo recuerdo bien, se mezclan los hechos del pasado y no hay quién nos los aclare.
Mi papá se murió muy joven, 52 años. Casi al mismo tiempo que lo estaban por dar de alta. Fue terrible, incomprensible, deletéreo.
Llamaron a casa a las 3 ó 4 de la mañana, del Sanatorio del Docente donde estaba internado.
Fue horrible porque al llegar con mamá y correr hacia su habitación, donde lógicamente no estaba, el pobre médico de guardia del piso intentaba explicar lo inexplicable. Y contaba eso, que intentaba leer la historia clínica mientras mi viejo se ahogaba por un tromboembolismo pulmonar agudo.
Después yo quise llegar en vano hasta la morgue. Hicimos trámites, llamamos a un pariente que trabajaba en una Empresa fúnebre, me comí todas las uñas. Siguió lo demás, el velorio, mi madre destruida, yo también, ver a papá ahí en un ataúd y darnos cuenta que no era él, que él ya se había ido.
Papá aún durmiendo tenía la frente surcada de arrugas horizontales, como si siempre estuviera contrayendo el frontal, y ese día no.
A mi hijo Juan que era el mayor, le dije una huevada a vela, que el abuelo como era marino, se había ido de viaje en un barco…pero claro…no iba a volver. Creo que unos años más tarde su papá fue más claro y le brindó una explicación más acertada.

Hoy leí algo que escribió una amiga de Río Grande, quien decía que desearía que si Dios le pudiese conceder un deseo ese fuera de cambiar algunos años de su vida por un día con su padre vivo como ella lo recordaba. Tan amorosamente como ella lo recordaba.
Me quedé pensando mucho en eso, y en verdad, a pesar de la forma en que nos  manejábamos en la familia, pocas palabras, pocas explicaciones, mucha culpa, yo no sé si necesitaría un día más con mi viejo. Pero sí me gustaría volver a verlo, como lo vi en mi sueño el otro día, y le contaba qué males físicos me aquejaban y cómo, y él preguntaba y volvía a preguntar.
Mi papá tampoco conoció a mis hijos menores a Panda y Eliseo, estaría bueno presentárselos. Y menos que menos a Ernesto, mi nieto, por quien dejó de fumar mi vieja. Creo que a pesar de nuestras grandes diferencias mi viejo estaría orgulloso de mí, y habría sufrido cuando sufrí, y me habría consolado cuando lloré. Independientemente de la genética, yo no sería quién soy sino fuera por mi viejo y mi vieja.
Mi viejo cometió errores, muchos, en su juventud temprana, otra historia personal, otro mundo, otra educación, se arrepintió por ellos aunque nunca le hubiera dado el cuero más que para escribirlos en una carta a una hija que se había ido un poco lejos –yo, que aún guardo esa carta- y lo disculpo por sus errores.
Me da mucha pena que se haya ido tan tempranamente, y aunque hayan pasado 37 años hoy, lo recuerdo con respeto y cariño.