domingo, 4 de mayo de 2014

Querido amigo, querido poeta amigo

Mi querido amigo cantor y poeta de la cordillera me quiso adjuntar un poema de Antonio Preciado que nunca llegó y buscando y buscando encontré otros, inconmensurablemente hermosos y sentidos y sencillos y transcribo este entonces, porque me hizo acordar tanto a mi propia abuela Delia con las diferencias del caso, que no puedo menos que servirme una tisana "Allegra" y pegarlo acá, para que quienes acierten pasar por este blog, o en su defecto lo hagan con frecuencia -y siempre silenciosos porque no hay comentarios- lo disfruten como yo


LA BOCA DE MI ABUELA

Ya dije alguna vez
que ella tenía la boca siempre llena de santos
y ángeles de la guarda;
me hizo falta agregar que también le cabían,
con mucha holgura, todas las cosas del pasado;
las fechas de la vida y de la muerte,
las grandes alegrías,
las peores desgracias,
sus sigilosas mañas
para que las comidas supieran a milagros,
la oración y la pócima
para cada dolama;
su propio calendario
de lunas,
soles,
lluvias
y dolores reumáticos;
su cielo a su manera, que le oía
aquellas mezcolanzas de cantos y tambores
cogidos de las manos con las avemarías
a lo largo de todas las cuentas del rosario,
las lucecitas vivas al fondo de esas frases
echadas a volar
al soplo de su idioma de luciérnagas
(únicas, intransitivas, personales)
en que decía muchísimo
con poquitas palabras;
y, traídos de un siempre
que no se le acababa,
sus canas que decir,
sus prevenciones,
sus normas,
sus presagios.

Además,
no sé cómo, pero tenía dormida
debajo de la lengua
una canción extraña
que me gustaba oír
cuando por obra de un puntual motivo
que supo mantener muy bien guardado,
la canción despertaba,
se le ponía contenta
o tal vez triste,
pero, por la tristeza o la alegría,
cantando, la canción se le salía
a beberse dos tragos de aguardiente
una vez por semana.

Y ella también tenía su sonrisa,
una vieja sonrisa
sin peros,
sin portón,
sin requisitos,
sin tres dientes de abajo,
todo el tiempo la misma,
la misma en que podía
envolver indulgencias y regaños,
la misma de volverse transparente,
la misma de llenar toda la casa,
la misma en que yo siempre me perdía
intentando entender si ella vivía
con el alma en la boca
o la boca en el alma.

de “De boca en boca: Del terruño interior” (2005)

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