viernes, 15 de febrero de 2013

Enamorarse en Valparaíso




Yo sabía.
Sabía que en Valparaíso me iba a enamorar.
Y también sabía que no iba a ser el caso de enamorarme así como si nada, no, sabía positivamente que iba a enamorarme perdidamente.
Apaixonarme
No me quedaba claro antes de llegar si iba a reencontrarme con aquel novio chileno que había tenido en Bolivia en mi juventud a quien abandoné, o si iba a encontrar algún porteño casi de mi edad o más joven, quizás algún cantor, un poeta, algún actor...
El día que llegamos con Paula, tras largo viaje pues había habido un par de vuelcos de camiones en la ruta y eso hizo que todo se demorara mucho, fuimos a cenar al “Cinzano” típico bar porteño de hace mil.
El mozo nos atendió medio como cansado, nos hizo saber rápidamente el horario de cierre -para el que faltaba escasa hora- como escuché a alguien que cantaba mientras tocaba la guitarra pregunté si se cobraba derecho a espectáculo, a lo que también me respondió de mala manera...en fin, nos quedamos igual, pese al mozo.
El cantante cantaba en francés, y luego cantó algunas canciones muy conocidas de Víctor Jara, Violeta Parra, pero no, no era él de quien habría de enamorarme...lo supe.
Al otro día fuimos a desayunar con Paula al lado del hotel -a ella no le copó el desayuno y a mi sí- yo estaba decidida a que todo me cayera bien hasta encontrar a mi enamorado.
Luego del desayuno salimos a caminar sin rumbo fijo, pero en dirección a la zona bancaria, y ya ahí me dí cuenta...
Me estaba enamorando perdidamente de Valparaíso.
Al caminar sus calles, ver las vidrieras de los comercios, las fachadas de los edificios, los troles que avanzaban por las calles, le gente con las que nos cruzábamos...
El mozo del café, el vendedor de diarios, el de lotería, la entrada a aquel ascensor de 1912 que llevaba a ese paseo...
La Sebastiana: la casa de Neruda en Valparaíso, escuchar cómo se la encargó a sus amigos, cómo la fue armando, estar ahí y ver los paisajes que el veía, las bromas que hacía, saber cuánto le gustó estar ahí...
Al otro día visitar Isla Negra y otro tanto, ver cómo hizo crecer su casa, el mar que veía ese navegante de tantos mares en tierra, los barcos que coleccionaba, las botellas, los mascarones de proa, su escritorio y cómo lo encontró, cómo se lo entregó el mar, la mano de Matilde en bronce sobre él para no olvidarla, para acariciarla siempre...
Volver a subir y bajar los cerros, deleitarme infinitamente con el arte urbano de Valpo,..escuchar en el parque Italia a los Inti Illimani, tantas veces escuchados en casa y ahora escucharlos en su tierra...cantar ellos la canción a Valparaíso del gitano Rodríguez...sentirme entre esa gente con ganas de pedir también por la educación de los jóvenes en Chile y junto a Eva Ayllón decirle no al femicidio y a la violencia contra las mujeres...
Tan enamorada de Valparaíso, que voy a tener que volver...estuve poco tiempo, conocí poca gente...subí y bajé pocos cerros, y para que el amor se mantenga vivo hay que seguir viéndose.
Ya estoy volviendo Valpo, espérame!

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